Hola a tod@s!
Hoy vuelvo al blog reflexivo del principio. Hoy hace trece meses que nació mi pequeñajo, eso y varias cosas personales que me ha pasado últimamente me da para reflexionar un poco.
Actualmente la maternidad, entendida en nuestra sociedad occidental, no es fácil, no nos engañemos. Antes los humanos nos movíamos en tribus, y probablemente el ser humano este hecho para eso. La crianza de los niños era algo compartido entre varios. Y eso descargaba un poco del trabajo a los padres. Estoy convencida de que el sistema de familia nuclear, la mayoría del tiempo formada por dos personas adultas, es el peor que se ha inventado jamás. Y es por eso que en muchas ocasiones, tanto los hombres como las mujeres, nos sentimos perdidos. Nos desbordamos con lo que un bebé ha generado en nosotros.
A esta desesperación general que vivimos, en el caso de las mamás tenemos que agregar la dependencia, física y emocional, que tiene el bebé de nosotras los primeros años de vida. El hecho de darte cuenta que hay una personita que te necesita para sobrevivir da vértigo, mucho.
Nuestros trece meses juntos han sido intensos. Tanto emocionalmente como físicamente. El puerperio machista de 40 días que dicen los médicos, el que te da el punto de salida a tu vida sexual, es tan falso como tantos otros mitos sobre la maternidad. Yo aún estoy en el puerperio, trece meses después de haber dado a luz, y no el asexual precisamente, si no el de fusión total con mi bebé. El de salir del «yo» para entrar en un «nosotros» o más realmente en «él». Seguimos lentos, en nuestro mundo, cada vez que mama, en cada abrazo, en cada beso. Y lo mejor de todo, es que nunca había sido tan feliz.
También han habido momentos desesperantes, para que engañaros. Al principio cuando no encontraba nuestro vínculo, y me desesperaba, y luego, cuando el peque empezó a desplazarse y a ser todo un terremoto. Ahora con los primeros pasos estoy por hacerme accionista de la crema de Arnica, por que no gano para tubos (y sustos!!). Pero es todo más divertido (si cabe!), hay más acción y reacción, no hay tiempo para aburrirse.
Pero el resumen de estos trece meses es que tengo dormidito a mi lado al amor de mi vida, y esa es una de las mejores sensaciones del mundo.